Las siguientes lineas son unas palabras que dije el día 2 de noviembre de 2012 con motivo de la presentación de un altar de muertos en la Secretaria de Educación del Estado de Durango, dedicado a mi Mama.
Describir a una persona en una palabra normalmente es tarea
difícil, cuando queremos hacerlo tendemos a buscar una serie de adjetivos para ensalzar
una vida llena de errores y aciertos. La vida de Hilda puede englobarse en una
palabra “Mama”
Desde niña, primero en las calles de “San Juan Del Rio”, después
entre los Arboles de “El Salto”, tomo muy apecho el papel de hermana mayor, el
cual eventualmente, por necesidad de ayudar a sus padres, ambos maestros, se transformaría en algo así
como una madre adjunta. Vestir a los niños, ayudar con la tarea, organizar la
limpieza de la casa; una pequeña que apenas estudiaba primaria giraba
instrucciones a sus hermanitos y ellos la obedecían, de hecho hasta cierto
punto lo hicieron durante el resto de su vida.
La ciudad de Durango vería pasar sus años de adolescencia,
etapa de su vida donde suceden dos eventos que la marcarían el resto de sus
días, el primero fue la entrada a la Escuela Normal, decisión acorde a su vocación maternal y
fuertemente influenciada por su padre, quien le insistía que estudiara Derecho.
Sería también en esta época cuando enfermará de fiebre reumática.
Apenas a los 18 años comienza su carrera como maestra de
primaria, de su sueldo siempre hubo una parte dirigida a su familia, algo para
la casa, un 50 para los hermanos mayores, un 20 para los más chicos, la vida
comenzaba y pronto conocería a la persona con quien pasaría el resto de su
vida, “el Arquitecto”, “Guty”.
“Gorda y si nos casamos?” fue como le propusieron matrimonio,
como si casarse fuese la cosa más simple del mundo, como si lo único que se
necesitara fueran ganas y mucho amor… para ellos así fue, poco importo tener
que dejar la escuela, la casa, la ciudad; irse a vivir a mil kilómetros de
distancia a una monstruosa Ciudad de México, sin la familia a un lado… pero si
tenía una familia, la estaba formando y por primera vez cumplía el rol de Madre,
la gente que la conoció, sabe que ella siempre recordó aquellos 5años de vida
en el Distrito Federal como los más felices de su vida.
Poco tiempo después de terminar la maestría también
abandonaría la vida frente a grupo y se acercó a otra de sus pasiones en la
vida, los libros. Su etapa en el “Programa Nacional de Lectura” le permitió
conocerlos más afondo. Pero la energía
comenzaba a dejarla y trato de buscar tareas de carácter un poco más
administrativo, mas tranquilas, trabajando de forma comprometida día a día en la
Secretaria de Educación hasta el último día que su salud se lo permitió.
Durante 45 años la enfermedad de adolescencia espero, Hilda
fue el huésped perfecto, sus virtudes y defectos hicieron inevitable sufrir
deficiencia renal, “parece un caso de libro de texto” dijo una vez un médico. A partir del trasplante su llama se fue
consumiendo poco a poco, como un buen soldado peleó hasta el último minuto y su
gran fortaleza fue lo que alargo el final tanto tiempo.
“Mama Hilda”, fue el nombre que mucha gente le dio, hermanos
y primos, compañeros y colegas, alumnos y amigos, mucha gente la quiso, porque
ella quiso sinceramente a la gente, estoy seguro que muchos la extrañan y lamentan
sinceramente su perdida, a ustedes les comparto algo que a mí me consuela, Hilda
tuvo una vida plena, conoció el mundo, abrazo a sus nietos y cuido siempre de
su gente.